lunes, 29 de febrero de 2016

Elecciones a la vuelta de la esquina.

Creo que está muy claro: por motivos diversos, vamos hacia unas nuevas elecciones. Pedro Sánchez sabe que no va a conseguir la investidura con el apoyo de Ciudadanos, el único con que cuenta. Por lo tanto, ¿qué significado tiene este intento condenado al fracaso?
      En mi opinión, está claro: presentar, esta especie de coalición entre dos partidos de derecha, como la opción moderada y responsable. Probablemente, en las próximas elecciones consigan entre los dos, si no mayoría absoluta, una mayoría relativa que les permita formar gobierno.
     Las condiciones de contorno están claras: El PP está tan embarrado de corrupción que contaminaría a cualquier partido que quisiera aliarse con él. Y Podemos depende demasiado de los votos de los partidos independentistas. Y ya sabemos que el "derecho a decidir" (que no es necesariamente separación total) es el gran tabú de la política nacional.
     Aunque resulte chocante, el gran problema es de tipo RELIGIOSO. La palabra "España" evoca una entidad mítica, mística, sagrada, intocable. Cuando razonablemente debería representar sólo a un conjunto de personas que, por ciertas vicisitudes históricas, hemos llegado a vivir dentro de una cierta organización estatal que podría, y de vez en cuando debería, ser modificada. E insisto en mi opinión personal: me llevaría un disgusto si cualquiera de nuestras regiones se separara radicalmente del resto. Pero lo razonable es lo razonable. Y debemos partir siempre de los derechos humanos básicos.
     Después hay muchos problemas que resolver. Quizá el principal de ellos el de la organización del aparato productivo, demasiado a merced de empresarios sin escrúpulos y de simples mangantes. De momento, a esperar.