martes, 8 de mayo de 2018

Manadas, piaras y jaurías.
¿Cuál es la naturaleza del comportamiento humano?
    Hoy nos ha informado la televisión de que existe un más allá del humano comportamiento de "La Manada". Resulta que, a raíz de la apertura de juicio contra este conjunto de energúmenos, y una vez divulgados los datos personales de la víctima, han surgido por las redes sociales, foros y webs una infinita serie de comentarios sarcásticos, insultos y barbaridades que parecen justificar o al menos sintonizar con la actuación de "los machos" y en desprecio de la mujer que ha tenido que sufrirlos.
    Este hecho produce un estremecimiento de horror quizá mayor que el derivado del hecho en sí. ¿Será este un comportamiento natural? Un comportamiento que no me atrevo a llamar "bestial" porque tengo la impresión de que muy pocas bestias se aproximan a algo así.
    Y el caso es que, en su punto de partida, no parece que eso sea "natural" en la especie humana.
    Efectivamente, los antropólogos llevan mucho tiempo observando la vida en diversas comunidades primitivas, y sabemos que, si nos acercamos a los tiempos realmente primitivos del hombre, nos encontramos con que las cosas han sido notablemente distintas.
    Por ejemplo, en esas épocas lejanas, pero que quizá sigan vivas en algunos grupos aislados, el machismo no existe. Y es más corriente la poliandria que la poliginia. Hay registros documentales de sobra acerca de la institución del matriarcado en muchas tribus primitivas. La existencia de mujeres con varios maridos ha sido muy corriente en las islas del Pacífico, o entre diversas tribus amazónicas, o entre los habitantes de zonas muy pobres del planeta (por ejemplo el Tibet), donde es normal que dos maridos compartan una sola esposa. Los fang, terribles guerreros africanos del entorno del golfo de Guinea, asumen sin dificultad los hijos que sus mujeres han tenido con otros hombres. Quizá todavía (o al menos en tiempos muy recientes) exista en china una comunidad (los mosuo, en las estribaciones orientales del Himalaya) donde la organización social es completamente distinta de la nuestra, siendo allí las mujeres las que trabajan y las que mandan. Los hombres viven relajadamente, y sólo trabajan cuando es completamente necesario, porque hay mucho trabajo o es especialmente duro: recogida de la cosecha u ocasiones en que es preciso remover la tierra o cortar leña. La propiedad (mucho menos desarrollada que entre nosotros) pasa de madres a hijas, es más comunal que individual, y en cuanto al matrimonio, ni siquiera existe. Cada mujer puede tener cuantos amantes desee, y lo normal es que cada hombre tenga varias novias. El sexo se resuelve mediante un sistema de visitas nocturnas y, aunque quizá exista algún sentimiento parecido a los celos, al no tener apoyo social, es fácilmente superable y no tiene importancia. Parecido a lo que Margaret Mead nos informa acerca de la isla de Samoa (donde estuvo en la década de 1920), donde es impensable que un hombre maniobre para reservarse la exclusiva de los favores sexuales de una mujer.
    ¿Cómo hemos llegado a la situación actual, donde lo más grave no es que se haya producido el hecho que ahora nos horroriza, sino que podemos constatar la existencia de numerosas "manadas" y de todo un sector social que parece apoyar los comportamientos de ese tipo?
    Entre el idílico comportamiento de los samoanos y el tiempo actual creo que existe una etapa intermedia donde el horror el lo cotidiano y lo constante. La "civilización a medias" (Edad Media, Islam, esclavitud, etc.) es quizá la peor de las situaciones. Y la estratificación social, el derecho de propiedad, y diversos delirios acerca de la familia y la sexualidad son sumamente peligrosos. Hasta el punto de que podemos dudar de si vamos hacia adelante o hacia atrás.