viernes, 8 de septiembre de 2017


            El gran pecado del cristianismo es haber corrompido el escepticismo. Un griego jamás hubiera asociado el gemido a la duda. Retrocedería horrorizado ante Pascal y más aún ante la inflación del alma que, desde la época de la Cruz, desvaloriza el espíritu.
                        (Cioran. Silogismos de la amrgura).
            Se ha vuelto a publicar un libro de Cioran. E, inevitablemente, nos recuerda a los filósofos cínicos, con quienes tanta relación tiene. Pero hay una diferencia importante: En la época de los cínicos, Dios no había sido inventado. Quizá por eso, su visión negativa de la vida era aún más radical. La angustia de Cioran (quizá un sentimiento añadido) es quizá la visión de que la única vía de salvación que se le ofrece es sólo un espejismo.


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