jueves, 2 de julio de 2009

Y seguimos con la crisis. Aunque es un clamor popular de que no se trata de una crisis, sino de una estafa, quizá sea interesante hacer algunos comentarios por si acaso.
Como todo el mundo sabe, en España, y parece que también en el mundo, el poder económico está muy concentrado. Los mismos son los dueños de todo, o por lo menos de los medios de producción más importantes. Entre ellos, los bancos y las constructoras. Es decir, los que tienen bancos también tienen constructoras. Y atención al procedimiento.
Tradicionalmente nos hemos venido quejando de que los bancos prestan dinero a los que ya lo tienen. Que exigen tales garantías que las personas de las clases humildes no pueden acceder a créditos. Sin embargo, en los últimos años hemos visto con asombro como se concedían créditos enormes, relacionados, en el problema que nos ocupa, con la compra de viviendas, que han tenido una exagerada subida de precios. Y a personas de bajo nivel de rentas y de trabajos sumamente precarios.
¿Qué se estaba haciendo? Pues sencillamente, transferir dinero de los depositantes de las cuentas corrientes hacia los constructores. En medio quedaban el banco y el comprador, con una hipoteca entre ellos y una vivienda de problemático valor.
Y con frecuencia, y sobre todo en España, el trabajo del comprador estaba ligado a la construcción. Cuando la construcción empezó a decaer (lógicamente, pues se había construído en cantidades exageradas), esos trabajos empezaron a desaparecer. Y los compradores dejaron de pagar. Lógicamente, aumentó la morosidad en el pago de préstamos.
Los constructores se habían llevado su dinero. Habían hecho su negocio, y lo que quedara detrás no importaba. Si luego la contabilidad de los bancos empezaba a arrojar pérdidas, eso qué importaba. Que lo arregle el estado. Al fin y al cabo, el dinero que manejan los bancos no es de los banqueros.

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