viernes, 22 de noviembre de 2019

El sentido de la dignidad

            Allá por los años ochenta apareció un día por televisión un hombre, de raza negra, que iba a ser ejecutado en los Estados Unidos, cosa que ocurriópoco después. De este condenado a muerte me llamó la atención el aire de dignidad con que hablaba. Al pronto pensé que es necesario que un hombre lo vea todo perdido para que en él se produzca esa última afirmación de sí mismo que permite encarar la aniquilación con valor. Si este hombre hubiera entrevisto una posibilidad de supervivencia, ¿qué habría hecho? ¿No se habría rebajado en un intento de aprovechar esa última posibilidad? ¿No será esto, ese mezquino aferramiento a la vida, la esencia de la degradación en que la humanidad se ha encontrado siempre?
            Pero, por otro lado, conozco casos en los que no ha sido así. Hay víctimas que agotan la última posibilidad de la súplica y del impudor ante jueces inflexibles y verdugos implacables. Actúan como si hasta el último momento hubiera una posibilidad de salvación. ¿Es esa creencia la fuente de adhesión a la vida, o más bien al contrario, es su empeño por sobrevivir lo que les lleva a negar las evidencias?
            También es posible que el hombre de quien he hablado creyera en el alma inmortal, o pretendiera tener una forma de inmortalidad dejando en la memoria de los demás precisamente el recuerdo de su dignidad durante las últimas horas de su vida. Y la siguiente idea es si no será esa remota posibilidad de supervivencia, aunque sólo sea mediante el recuerdo de nuestros actos, aunque solo sea por mantener unos años nuestro recuerdo, el móvil de todas las personas que pretenden realizar un cierto modelo ético, un comportamiento conforme con una idea racional, con un paradigma estético, con eso, en fin, que constituye la dignidad.
            En realidad, el hombre a que me refiero, es probable que tuviera una firme creencia en el alma. El mismo habló de tres niveles (lo físico, lo mental y lo espiritual) y de que fue su progreso a través de ellos lo que había dado un sentido a los últimos años de su vida. A mí esta idea me reafirma en la mía: el nivel físico se corresponde con la vida más plena y más auténtica y, al mismo tiempo, con la de mayor indignidad, con la más perfecta bestialidad. El nivel mental representa la razón, significa un orden, una limitación del deseo, de las fuerzas de la vida, y es un paso hacia la muerte. En el nivel espiritual se afirma la banalidad de la existencia, se rechaza la vida como una maldición y se acepta la aniquilación como única salida posible.

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