viernes, 6 de septiembre de 2019

La inútil perfección.

 
            Tras una larga cadena de asociación de ideas cuyo comienzo prefiero no recordar, me di cuenta de que las armaduras más perfectas se construyeron en el siglo XVI, cuando ya las armas de fuego las habían hecho inútiles.
            Generalizando, me di cuenta de que la mayoría de los inventos humanos nacen bajo el imperativo de la necesidad, se perfeccionan cuando los condicionantes económicos lo permiten y llegan a la perfección cuando ya son completamente inútiles, por puras exigencias de la estética, por una cierta necesidad humana de coherencia interna.
            De aquí se desprende la inutilidad, desde el punto de vista de lo natural, de la razón humana, de los más íntimos y propios constituyentes de nuestra mente.

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