jueves, 12 de diciembre de 2019

El planeta afortunado.


            En un documental de televisión sobre la búsqueda de vida en otros planetas, se dijo que de esta investigación se obtendrían resultados que podrían utilizarse en el, por ahora, "único planeta afortunado".
            Al pronto, me pregunté, sorprendido, cuál sería ese planeta afortunado y por qué. Luego me di cuenta de que se referían a la Tierra, y la suponían afortunada porque en ella hay vida.
            Yo pienso que un planeta en el que no hay vida no puede ser ni afortunado ni desafortunado. Que ambos conceptos presuponen, no sólo la vida, sino también la conciencia de ella. Y la conciencia es siempre conciencia de conflicto, conflicto que constituye la esencia, el motor de la vida. De hecho, la conciencia no es más que el producto necesario del conflicto de la vida, y no puede ser más que conciencia del dolor. De aquí se deduce no sólo que únicamente un planeta en el que la vida haya llegado a su máxima expresión puede ser afortunado o desgraciado, sino también que sólo puede ser desgraciado.

lunes, 2 de diciembre de 2019

La distancia entre lo natural y lo humano.


            Es fácil la contemplación de la naturaleza desde una perspectiva racional. Entre la naturaleza y nosotros hay una distancia que permite la observación y el experimento, que nos permite recrearnos en un orden superior al que los individuos naturales pueden estar supeditados sin que nos repugne particularmente.
            El problema consiste en extrapolar esta actitud hacia el ser humano. A mí al menos, esto me produce una grave repugnancia. Yo me identifico con lo humano, y ya no puedo admitir ese despiadado sacrificio de lo individual que es la ley natural más universal y más fuerte. Y me produce escalofríos la impávida aceptación de los mecanismos históricos que observo en muchas personas. Aunque comprendo que esta aceptación es consecuencia necesaria de la lógica de la vida. Su negación, producto, vuelvo a señalar, de nuestra identificación con lo humano, nos lleva, de una manera también lógica, no sólo al suicidio, sino también a una propuesta de destrucción total del universo.

viernes, 22 de noviembre de 2019

El sentido de la dignidad

            Allá por los años ochenta apareció un día por televisión un hombre, de raza negra, que iba a ser ejecutado en los Estados Unidos, cosa que ocurriópoco después. De este condenado a muerte me llamó la atención el aire de dignidad con que hablaba. Al pronto pensé que es necesario que un hombre lo vea todo perdido para que en él se produzca esa última afirmación de sí mismo que permite encarar la aniquilación con valor. Si este hombre hubiera entrevisto una posibilidad de supervivencia, ¿qué habría hecho? ¿No se habría rebajado en un intento de aprovechar esa última posibilidad? ¿No será esto, ese mezquino aferramiento a la vida, la esencia de la degradación en que la humanidad se ha encontrado siempre?
            Pero, por otro lado, conozco casos en los que no ha sido así. Hay víctimas que agotan la última posibilidad de la súplica y del impudor ante jueces inflexibles y verdugos implacables. Actúan como si hasta el último momento hubiera una posibilidad de salvación. ¿Es esa creencia la fuente de adhesión a la vida, o más bien al contrario, es su empeño por sobrevivir lo que les lleva a negar las evidencias?
            También es posible que el hombre de quien he hablado creyera en el alma inmortal, o pretendiera tener una forma de inmortalidad dejando en la memoria de los demás precisamente el recuerdo de su dignidad durante las últimas horas de su vida. Y la siguiente idea es si no será esa remota posibilidad de supervivencia, aunque sólo sea mediante el recuerdo de nuestros actos, aunque solo sea por mantener unos años nuestro recuerdo, el móvil de todas las personas que pretenden realizar un cierto modelo ético, un comportamiento conforme con una idea racional, con un paradigma estético, con eso, en fin, que constituye la dignidad.
            En realidad, el hombre a que me refiero, es probable que tuviera una firme creencia en el alma. El mismo habló de tres niveles (lo físico, lo mental y lo espiritual) y de que fue su progreso a través de ellos lo que había dado un sentido a los últimos años de su vida. A mí esta idea me reafirma en la mía: el nivel físico se corresponde con la vida más plena y más auténtica y, al mismo tiempo, con la de mayor indignidad, con la más perfecta bestialidad. El nivel mental representa la razón, significa un orden, una limitación del deseo, de las fuerzas de la vida, y es un paso hacia la muerte. En el nivel espiritual se afirma la banalidad de la existencia, se rechaza la vida como una maldición y se acepta la aniquilación como única salida posible.

miércoles, 30 de octubre de 2019

El alma, ¿materia o espíritu?


            El alma es materia perecedera o es espíritu.
            En el primer caso, el conocimiento puede progresar hasta donde la materia pueda llegar a comprenderse a sí misma. Ese límite marca precisamente el campo de la libertad, porque la libertad comienza donde termina el conocimiento.
            Si es espíritu, por un lado es inmortal y por otro no está sujeta a las limitaciones de la materia y, por lo tanto, el conocimiento puede progresar de manera ilimitada. Si por otro lado existe el poder, el conocimiento podrá ser empleado por unos individuos -dotados de alma- contra otros. El propio conocimiento acrecentará el poder de los poderosos, y podrá ser utilizado para limitar la capacidad de acción de otros seres también dotados de alma que, en principio, deberían ser libres. He aquí que el conocimiento niega la libertad por dos caminos: negando la capacidad de decisión -el conocimiento, que siempre es conocimiento de la necesidad, se limita a dar razón de lo que no tenemos más remedio que hacer- y negando la capacidad de acción. He aquí que la hipótesis del progreso ilimitado, si comporta también el crecimiento ilimitado del saber, tiene como consecuencia la reducción del campo de la acción humana, la negación de la individualidad, su propia y absoluta inutilidad.

domingo, 20 de octubre de 2019

Fatalidades.

            Los amigos se buscan lejos; los enemigos se encuentran cerca.
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            ¿Por qué se parecerán tanto las palabras suciedad, sociedad y saciedad?
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            Normalmente, los hijos son una coartada para los padres. Suelen ser un magnífico pretexto para hacer lo que quieras. Si después de pegarle una puñalada a alguien puedes decir: "Es que mis hijos me piden pan", sueles quedarte muy tranquilo, y los demás muy conformes. A nadie se le ocurre pensar que la puñalada la hubieras pegado de todas maneras y que el pan de tus hijos está ya asegurado. Y que, en último término, tu víctima no es culpable de que tú tengas hijos. Y que cuando no puedas apuñalar a nadie, probablemente apuñales a tus hijos.

martes, 1 de octubre de 2019

La imposible pureza.


            Hay un cuadro de Carpaccio en el que, sobre un fondo de bella arquitectura e idílico paisaje, aparece un joven con armadura y espada. Una leyenda en el cuadro dice: "Antes morir que ensuciarme". Seguramente, el que ideó la leyenda no se había dado cuenta de que la muerte es la única escapatoria posible a la suciedad.


La vileza de la esclavitud.


            Los numantinos, en su enfrentamiento con el superior poder de Roma, prefirieron morir a someterse. Prefirieron la muerte a la servidumbre, al envilecimiento. Con ello ofrecieron a los propios vencedores la salida más digna. En efecto, la esclavitud es una situación en la que vencedor y vencido se envilecen mutuamente, una situación en la que ambos quedan atrapados en una red insidiosa de dependencia mutua.

martes, 24 de septiembre de 2019

La verdad y la vida


            Hace ya muchos años, en una conversación familiar sobre "Maribel y la extraña familia", de Miguel Mihura, alguien dijo que el final hubiera sido perfecto si Maribel hubiera confesado a su novio (un joven ingenuo que acaba casándose con ella) cuál había sido la realidad de su vida (había sido prostituta). Pero yo pienso que si Maribel hubiera hecho tal cosa no habría querido él casarse con ella, aunque los dos hubieran sufrido por ello. La vida es incompatible con la verdad. Para que la vida prosiga, alguien tiene que asumir la responsabilidad de mentir, aunque conozca la verdad. En el matrimonio, normalmente, es la mujer la que asume ese papel. Por ello suele ser el hombre el más celoso. El tiene, por lo general, la inocencia egoísta de los fuertes, o de los que creen serlo. En el fondo de su subconsciente, sabe que la realidad no puede ser tan perfecta como la mujer se la presenta. Naturalmente, lo acepta como verdad oficial. Pero siempre le queda una duda reprimida, lo que los españoles llamamos "la mosca detrás de la oreja". Mosca que emprende el vuelo a la menor ocasión.

viernes, 20 de septiembre de 2019

El juego de la pirámide y el cuello de la botella.


            La vida está determinada por dos principios antagónicos: el del juego de la pirámide y el del cuello de la botella; el del crecimiento ilimitado y el de la limitación de los recursos. Por lo tanto, no puede menos de ser conflictiva.

            El amor debilita y el odio fortalece. Por eso los amores son efímeros y los odios duraderos.


martes, 17 de septiembre de 2019

La guerra del progreso


            No se puede negar el futuro a quien ni siquiera tiene presente.

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            Ningún invento sirve para nada, empezando por la penicilina. Lo que el progreso da por un lado, lo quita por otro. El progreso hace crecer el conjunto del sistema, pero tú, personalmente, quedas, si acaso, igual y, muy probablemente, peor. El progreso no es más que un arma que se utiliza en esta gran guerra en la que vivimos. Una guerra que se desarrolla en torno a una gran mentira, igual que los guerreros de la Ilíada luchaban en torno a un cadáver: la mentira del futuro y de la felicidad

miércoles, 11 de septiembre de 2019

Vacuidad.

            La anulación del deseo, la renuncia a todo y la eliminación consiguiente de la necesidad son un lujo que sólo pueden permitirse los que han triunfado, los que han llegado al mas alto grado de la realización. Mientras existe una sola necesidad verdadera, esa necesidad será un obstáculo a la reflexión, un acicate para la acción. Sólo alguna forma de plenitud puede darnos la capacidad de comprender la vacuidad de todo. Es preciso ganar todas nuestras batallas para poder constatar la inutilidad de haberlas librado.

domingo, 8 de septiembre de 2019

Una pintada


            Frase leída en el "Metro", en una pintada:
            "Mili, ¿para qué? si nadie quiere ir".
            A continuación pensé: "Tampoco quiere nadie venir al mundo, pero todo el mundo viene".
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            Hace mucho tiempo que la filosofía enseña la vacuidad de las tautologías, su falta de contenido. Actualmente, sin embargo, vivimos en un mundo en que esas tautologías han llegado a ser revolucionarias.


viernes, 6 de septiembre de 2019

La inútil perfección.

 
            Tras una larga cadena de asociación de ideas cuyo comienzo prefiero no recordar, me di cuenta de que las armaduras más perfectas se construyeron en el siglo XVI, cuando ya las armas de fuego las habían hecho inútiles.
            Generalizando, me di cuenta de que la mayoría de los inventos humanos nacen bajo el imperativo de la necesidad, se perfeccionan cuando los condicionantes económicos lo permiten y llegan a la perfección cuando ya son completamente inútiles, por puras exigencias de la estética, por una cierta necesidad humana de coherencia interna.
            De aquí se desprende la inutilidad, desde el punto de vista de lo natural, de la razón humana, de los más íntimos y propios constituyentes de nuestra mente.

domingo, 18 de agosto de 2019


            La libertad, ¿para qué? Supongo que para algo. Pero sobre ese algo podemos hacernos la misma pregunta: ¿Para qué? Esperamos que se nos diga para otro algo. Y este nuevo algo, ¿para qué? Y así sucesivamente. Pero habrá que pararse en alguna cosa. Yo prefiero quedarme con la libertad, sin tratar de justificarla. Prefiero evitarme todo el esfuerzo subsiguiente.
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            Pero eso significa que la libertad no tiene sentido. Y si pretendemos convertir nuestras justificaciones en una cadena infinita, eso significa también que nada tiene sentido.
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            Libertad, ¿para qué? La característica principal de la libertad consiste en la capacidad de determinar ese para qué en cada momento. Lo cual demuestra, por otro camino, la carencia de sentido de la libertad.
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            El sentido es la negación más completa posible de la libertad.
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            A lo largo de toda la historia, los hombres han buscado un sentido para su actividad y para sus vidas. Esa búsqueda es la manifestación más palpable y llamativa del miedo a la libertad.
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            Pero la realidad, la vida, es la indeterminación, es decir, la libertad. Podemos concluir que esa búsqueda de sentido expresa también miedo a la vida.
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            El miedo a la libertad, es decir, a la vida, lleva a los hombres a construir sistemas completos en sí mismos, basados en una razón autojustificativa -sistemas totalitarios. Dentro de ellos, la vida se siente determinada, constreñida. Y como la vida es indeterminación autoexpansiva, esos sistemas acaban necesariamente convirtiéndose en productores de opresión, de horror. La mente humana, huyendo de un horror - lo desconocido e imprevisible- cae en otro horror -lo excesivamente conocido, igualmente incomprensible.
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            Para que un sistema pueda ser accesible a la razón, debe basarse en un número finito de principios. Pero la vida, y el deseo, que es su más acabada expresión, se caracteriza precisamente porque busca y encuentra la posibilidad no prevista. Ello significa que razón y vida son heterogéneos e incompatibles. Y el hombre, puesto que participa de ambas, víctima de una contradicción irresoluble.


miércoles, 14 de agosto de 2019


            Hace tiempo me llamó la atención un mísero perrillo faldero al que un señor, acompañado por una señora, llevaba sujeto por una larga cadena. El perrillo, al extremo de la cadena, tiraba y resollaba con la lengua fuera. ¿Para qué esa cadena tan larga, cuatro o cinco veces la longitud normal? ¿Quizá su dueño intentaba darle al perro un mayor margen de libertad? ¿Es que no se daba cuenta el buen señor de la inutilidad de su buena intención? Por muy larga que sea la cadena, siempre será demasiado corta para el deseo del animal.
            Y el caso es que aquel hombre, probablemente, quería a su perro. No podía dejarlo totalmente suelto, ya que eso hubiera sido fatal para el pobre animal, en una zona de intenso tráfico rodado. Tampoco era capaz de renunciar a él. Y, por lo tanto, lo obligaba a llevar una vida miserable. El amor ata, esclaviza. Sólo la indiferencia da la libertad. Libertad para enfrentarse al caos o a la nada. Libertad para correr hacia la propia destrucción o, lo que es lo mismo, para realizarse.


sábado, 27 de julio de 2019


            Un día más que hemos vivido. Un día más que hemos soportado la vida. Un día menos de vida que nos queda.
            Son tres formas distintas de decir lo mismo, y las tres igualmente válidas en relación con la verdad.
            Lo que ya no es válido es la carga afectiva con que las pronunciamos. Precisamente porque esa carga es lo personal, lo subjetivo, lo irracional y, por lo tanto, lo auténtico.

lunes, 15 de julio de 2019



            Todo invento es una alteración del equilibrio y, fuera cual fuera la intención del inventor, acaba beneficiando a unos y perjudicando a otros, es decir, es utilizado como arma ofensiva. Por tanto, en principio, ningún invento debería aplicarse hasta que no se supiese cuáles serían sus efectos. Quizá todo inventor debería guardar su invento para sí. Quizá ningún invento debería ser llevado a la práctica hasta que no hubiera sobre esto un acuerdo unánime. Pero, ¿qué pasa en nuestra época que hay acuerdo unánime en la aplicación de los nuevos inventos aún antes de conocerlos?

sábado, 6 de julio de 2019


            El deseo de vivir es el principio de toda corrupción. La pureza, inspirada en la idea de la perfección, se contrapone a las exigencias de la vida práctica, orientada sólo a las exigencias de la supervivencia y de la lucha contra los otros. De este modo se han corrompido todas las religiones, todas las filosofías. Las creaciones de esos poetas, de esos místicos que son los fundadores, solo pueden aplicarse a regir la vida real de los pueblos tras un proceso de desvirtuación, de falsificación. ¿Cómo ha podido, si no, el budismo, la filosofía de la no existencia, ayudar a la supervivencia de las gentes en una región tan inhóspita como el Tíbet? Y en todas las religiones, elementos de la unión entre los hombres, de consolidación social para la vida, existe y perdura la tensión entre la herejía y la ortodoxia. La primera busca el retorno a los ideales originarios de perfección, de trascendencia, de superación de la realidad insatisfactoria y vulgar. La segunda, busca la adaptación a la circunstancia del momento, la satisfacción de los deseos de las masas. Y tened en cuenta esto: una religión en la que han dejado de aparecer herejías es una religión muerta.